miércoles, 8 de febrero de 2012

Eleanor Parker


Ni ese óvalo perfecto,
ni la expresión de deseo,
lo que en la foto yo veo
en blanco y negro dilecto
es cierto mínimo aspecto
tal vez desapercibido:
el resplandor de libido
en la nariz que aletea
con miedo, en su tarea
de un gran amor encendido.


El hombre del brazo de oro, de Otto Preminger (1955)

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