sábado, 28 de abril de 2012

Kathleen Turner

Esta asesina que encanta
 y sueña con su dinero,
que muere con el acero
 incrustado en la garganta
 el magín me solivianta
 y la razón no es trivial:
 ni el contoneo juncal,
 ni ser chata iconoclasta;
 para gustarme le basta
 el aleteo nasal.

 El honor de los Prizzi, John Houston (1985)

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